"If you can meet with Triumph and Disaster,

and treat those two impostors just the same"

Rudyard Kipling.-

viernes, 29 de junio de 2012

Bendita hipnosis

Doce y media de la noche. Italia se ha cargado a Alemania una vez más. Y parece que van diez u once. Sigue la maldición y nunca ganaron alemanes a italianos en partido oficial. ¿Quién lo iba a decir a principio de la Eurocopa cuando se hablaba de una selección rota con media Italia deportiva acusada de estar metida en apuestas ilegales y amaños de partidos? Tras un partido intenso con debates acalorados sobre la calidad de Fernando Torres y de la forma en que muchos delanteros finalizan la jugada cuando se les presenta una ocasión clara de gol ante el portero, llega una tempestad aún mayor (y habitual) con las maldades de la prensa como tema de fondo. Bendita Eurocopa, pero no por ese fútbol tan con cuentagotas, sino por todo lo que la rodea, la enorme compañía que produce, las conversaciones que genera. ¡Será un opio para el pueblo, pero qué opio! La clave es la de siempre: saber consumirlo, como todo, como la prensa, como la televisión, como Internet, como los smartphones.
Después de la tempestad, del debate acalorado, llega mi momento, ya en soledad. Este momento que estoy ahora disfrutando. Es el turno de la relajación, de la hierba. No, no me ha dado ahora por dedicarme a fumar marihuana en la terraza de casa. Es Wimbledon. Ni más ni menos que Wimbledon. Y me pone mucho. Lo hace más que Roland Garros, que un Masters 1000 o que cualquier otro torneo. Ver la hierba tan verde y el contraste de los jugadores de blanco para empezar me produce un efecto hipnótico brutal. Y además a mí me evoca muchos recuerdos, me traslada a Nueva Jersey, al sótano de los Gallaghers y a su pantalla gigante en la que me ponía la ESPN2 con Goran Ivanisevic, Pete Sampras y Michael Stich tomando el mando del All England Tennis Club, y en menor medida, también me recuerda a tardes de verano en Madrid enchufado a los partidos en Telemadrid.
Hace dos noches debutaba yo en este torneo de 2012 a la vez que Rafa Nadal. Él, en la central, yo, en el salón de casa (o Talgo, para los que la conocen). Él lo hacía en debut irregular en primera ronda ante Bellucci, en el que le tocaba levantar un 4-0 inicial. Yo lo hacía combatiendo un sueño atroz que me invadía en el chaise-longe de casa. Pero al final ambos conseguimos superar el escollo. Esta noche toca segunda jornada. Y viene marcada por un mensaje que he recibido esta noche y que me ha tocado cumplir escrupulosamente: "Wimbledon? ¿Sabes lo que ha pasado?" "Ponte el partido as soon as posible". El bueno de Sabroso. Y es que a veces el WhatsApp no sólo no te arruina partidos sino que también puede hacerte seleccionar mejor tus opciones. Y así he hecho. Y así van las cosas. Nadal está jugando contra Lukas Rosol, y el marcador no puede estar más igualado. Una hora de juego, 6-6, y 9-9 en el tie-break. ¿Quién da más? De entrada diré que me recuerda a uno de los primeros partidos de Nadal en Wimbledon. De memoria diría que 2005 ante Gilles Müller. Hoy tenemos a un magnífico sacador (ya va por seis aces), que complicó la vida muchísimo a Nadal (en aquella ocasión hasta el punto de eliminarle). Esperemos que hoy no pase y que salvemos un segundo escollo. Yo, de momento, sueño no tengo.

martes, 31 de enero de 2012

Djokovic y Nadal firman la eternidad

Cambian los tiempos y, con ello, tus enemigos, que se multiplican y vienen con armas más poderosas. Y es que si a un Open de Australia, que ya de por sí tiene unos horarios intempestivos y complicados de manejar, le añades tu deseo de querer ver la final en diferido para poder mantener tus compromisos dominicales con familia y fútbol, con fútbol y familia, la facilidad de que alguien te estropee el plan y te quite toda emoción se multiplica por cinco. Y más ahora con la apabullante aparición del WhatsApp en nuestro día a día (y hasta lo de "apabullante" me parece poco, cuando desgraciadamente está al caer que la RAE se plantee incopororar el nuevo verbo "guatsapear" a nuestro amplio diccionario).


Y es que ya no llegan sólo los siempre entretenidos mensajes de las grandes finales con las ganas de comentar algún punto, ahora se multiplican los "Vamos, Rafa", "Ohhhhhhhh!" o "Viva el tenis", que hacen que tu mente, horas después, intente atar cabos cual Sherlock Holmes, y asociar más tarde esos comentarios con jugadas que tú estás viendo en esos momentos en diferido, e incluso con descifrar quién será el asesino (Nole) y quién la víctima (Rafa).

Pero son muchos años así y uno es ya perro viejo y está entrenado en este arte de vivir en el diferido y de apartarse de la realidad. Y con ciertas técnicas que algún día comentaré en mi novela Vivir la vida en diferido, que debidamente firmaré en la Feria del Libro, uno consigue vencer a sus enemigos y volver a su directo particular a las siete de la tarde para retomar un partido que había dejado 7-5 y 1-4 para Rafa Nadal, a las once y media de la mañana.