"If you can meet with Triumph and Disaster,

and treat those two impostors just the same"

Rudyard Kipling.-

martes, 31 de enero de 2012

Djokovic y Nadal firman la eternidad

Cambian los tiempos y, con ello, tus enemigos, que se multiplican y vienen con armas más poderosas. Y es que si a un Open de Australia, que ya de por sí tiene unos horarios intempestivos y complicados de manejar, le añades tu deseo de querer ver la final en diferido para poder mantener tus compromisos dominicales con familia y fútbol, con fútbol y familia, la facilidad de que alguien te estropee el plan y te quite toda emoción se multiplica por cinco. Y más ahora con la apabullante aparición del WhatsApp en nuestro día a día (y hasta lo de "apabullante" me parece poco, cuando desgraciadamente está al caer que la RAE se plantee incopororar el nuevo verbo "guatsapear" a nuestro amplio diccionario).


Y es que ya no llegan sólo los siempre entretenidos mensajes de las grandes finales con las ganas de comentar algún punto, ahora se multiplican los "Vamos, Rafa", "Ohhhhhhhh!" o "Viva el tenis", que hacen que tu mente, horas después, intente atar cabos cual Sherlock Holmes, y asociar más tarde esos comentarios con jugadas que tú estás viendo en esos momentos en diferido, e incluso con descifrar quién será el asesino (Nole) y quién la víctima (Rafa).

Pero son muchos años así y uno es ya perro viejo y está entrenado en este arte de vivir en el diferido y de apartarse de la realidad. Y con ciertas técnicas que algún día comentaré en mi novela Vivir la vida en diferido, que debidamente firmaré en la Feria del Libro, uno consigue vencer a sus enemigos y volver a su directo particular a las siete de la tarde para retomar un partido que había dejado 7-5 y 1-4 para Rafa Nadal, a las once y media de la mañana.