
Aún recuerdo aquellas escapadas que hacía a la Feria del Libro, con el fin de que me firmara Buzón de tiempo o alguna otra de sus obras, o aquellos dos grandes homenajes a los que asistí y que le hicieron en la Casa de América o la Biblioteca Nacional. Qué lejos queda ya aquel 1994 en el que le descubrí gracias a El césped y con el que se inició esta pasión benedettiana que hoy vive un día triste, pero en el que más que nunca, defenderemos esa alegría por la que siempre luchó.
Defensa de la alegría
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
2 comentarios:
Adiós maestro
raro que no hayas hecho un previo roland garros...
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