Pero el tiempo ha pasado y este gigante balear no quiere dejar de asombrarnos y esta tarde ha dado un paso casi de gigante para que la semana que viene se pueda proclamar número 1 del mundo (le basta con que Federer no se proclame campeón, o en su defecto, con que él alcance las semifinales).
Con un tenis menos vistoso que al que nos tiene acostumbrados, pero eminentemente práctico (como ya hizo ayer sábado en la semifinal ante el escocés Murray) se ha hecho con la final de esta tarde en Toronto ante el veterano Nicolas Kiefer por un claro 6-3 y 6-2 en una hora y media de juego, moviendo al alemán de un lado a otro de la pista y sobre todo, sabiendo aprovechar los momentos clave del partido como haría el mejor Federer y abusando casi de una eficacia demoledora en las bolas de break de las que ha dispuesto durante la final.

Treinta títulos que han caído en un abrir y cerrar de ojos… porque parecía ayer cuando levantaba su primer Masters Series de Monte-Carlo, cuando disputaba en Roma aquella final épica ante el Mago Coria o cuando alzaba su primer Roland Garros ante Mariano Puerta.
Una fortuna poder haber disfrutado estas temporadas de estas treinta finales, de estos treinta títulos y sobre todo de su excelente tenis. Ojalá podamos seguir disfrutando durante mucho tiempo de este jugadorazo y de más finales en su gloriosa carrera que tanto nos hace vibrar. Larga vida al rey Nadal.
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