"If you can meet with Triumph and Disaster,

and treat those two impostors just the same"

Rudyard Kipling.-

lunes, 27 de octubre de 2008

...cuando un torneo se va

(CONTINUACIÓN DEL POST ANTERIOR)

Para ser sincero, he de decir que de 2004 tengo tan pocos recuerdos, que sinceramente no sé si llegué a ir o no. Me tocará rebuscar en todas las entradas que tengo guardadas para confirmarlo. Pero sinceramente viendo que las semifinales fueron Ljubicic v Nalbandian y Safin v Agassi, y viendo que no me evocan ningún recuerdo, quizá ese año no encontré pareja de baile para asistir a la fase final del torneo, aunque sí que me acercase los dos primeros días de competición con mi amigo Rafa a ver a los habituales clásicos de primera y segunda ronda en Madrid: Verdasco, Robredo y Feliciano López.

Éste fue un año en el que se produjo la coronación de otro ex-número uno: Marat Safin. Tres ediciones llevábamos y tres jugadores que en algún momento fueron números uno se habían adjudicado el torneo. El moscovita vencía en la final a un jugador que años más tarde también escribiría su nombre con letras de oro en la historia del torneo madrileño: David Nalbandian. El ruso, que en 2004 había alcanzado la final en Melbourne, se haría con el MS de Paris unas semanas más tarde y con el Open de Australia´05, confirmando un excelente momento de forma.



Pero sin duda, el momento en el que el torneo terminó por explotar fue 2005, que nos trajo el boom del efecto Nadal. Su primer Roland Garros y sobre todo, la borrachera de sensaciones que transmitía en la pista, hacían que las entradas volasen en cuanto saliesen a la venta. El balear conquistaba Madrid en una final antológica ante Ivan Ljubicic en un partido a cinco sets que el balear conseguía remontar con el infatigable apoyo de la grada (3-6, 2-6, 6-3, 6-4 y 7-6).





He podido ver a Nadal acceder a una final de Roland Garros, ganar el MS de Roma´07 o derrotar a Federer en una final de Monte-Carlo, pero mentiría si no dijese que aún tengo una espina clavada por no haber podido estar en la que fue sin duda la mejor final de todas las ediciones del torneo y uno de los partidos más épicos de toda la carrera de Rafa Nadal. Yo lo intenté por activa y por pasiva, moví Roma con Santiago, pero no hubo forma de conseguir una entrada para asistir a la final. Ni patrocinadores, ni federaciones, ni contactos, ni nada. Tocó disfrutarla por la televisión, con la alegría del triunfo pero con la rabia de no haber podido estar ahí.





Llegó 2006, tres años más tarde de aquella primera vez en la que vi a un príncipe jugar al tenis, Roger Federer, y tenía de nuevo la ocasión de ver cómo aquel príncipe había heredado ya el reinado del número uno y estaba totalmente asentado en él. Federer levantaba el título de campeón ante el chileno Fernando González culminando un torneo inmaculado donde no cedía ni un solo set y donde seguía jugando como los ángeles. El chileno se volvería a ver las caras en otras dos finales con el suizo en menos de tres meses: Basilea y el Open de Australia´07, con idéntico resultado: 3-0 para Federer.



En aquel 2006, Nadal perdía en una mala noche de cuartos ante Tomas Berdych, con polémica incluida por las reacciones del checo ante el público, así que desde la grada nos tuvimos que enganchar a otro caballo, también perdedor, el de David Nalbandian. ¿Por qué? Porque eso es lo que tiene ir al tenis con un amigo hispano-argentino, que te saca de su armario con todo el cariño unas cuantas camisetas albicelestes de las muchas que atesora, y te las lleva encantado al partido, al tiempo que aprovecha para enseñarte algún que otro cántico de barras bravas, como el que me enseñó aquel año y que nunca olvidaré: "¡Vamos, vamos, Argentinaaaaa! ¡Vamos, vamos, a ganaaaaar! ¡Que esta barra quilomberaaaa! ¡No te deja, no te deja, de alentaaaaaaar! " Yo estoy seguro que Nalbandian aún recuerda aquellos gritos nuestros desde la grada diciéndole: "¡Dale David!"



Por cierto, creo me mataría si no dijese que en este 2006 vimos un encuentro a priori poco llamativo entre el nº 16 y 17 de la ATP en el segundo turno de la jornada nocturna del martes. Qué curioso que con el tiempo este encuentro se llegase a convertir en un encuentro de máximo nivel hasta el punto de que estos jugadores alcanzasen en tan poco tiempo los actuales tercer y cuarto puesto de la ATP y protagonizasen, por ejemplo, la última final del MS de Cincinatti. ¿Que a quién me estoy refiriendo? Pues a Novak Djokovic y Andy Murray. Ésos eran los dos pipiolos que vimos aquella noche, y ahora sólo queda aplaudir a la organización del torneo por programarlo casi en horario estelar en aquel momento en el que aún eran tan poco mediáticos.



Respecto a 2007 y 2008, puedo decir que este loco que escribe tenía ya este blog en funcionamiento, por lo que nada mejor que cotillear el archivo del blog de 2007 y 2008, o las etiquetas de Madrid, para ver todo lo que sucedió. Pero a modo de resumen, y por completar esta panorámica general del torneo que estoy haciendo, diré que fue en 2007 cuando vivimos la épica de David Nalbandian, y donde se rompía una tradición por la cual todo ganador del MS de Madrid, había sido o se convertiría en número uno. El cordobés vencía durante tres días consecutivos a los tres primeros jugadores de la ATP: Rafael Nadal, Novak Djokovic y Roger Federer en un fin de semana glorioso.



En aquella ocasión yo ya me solté el pelo y asumiendo mi adicción a la pelota amarilla, decidí que había que poner toda la carne en el asador. Llamé al despacho de mi jefe y le dije que si me daba permiso para cogerme el jueves y viernes porque me iba a acercar a la Casa de Campo a seguir los partidos de la mañana (para la tarde ya tenía la entrada), por lo cual completaba cuatro días de empacho total viéndome los octavos, cuartos, semifinales y final en la Casa de Campo y disfrutando de las lecciones del tenis-control de un David Nalbandian pletórico. Eso sí, tuve que aguantar los vaciles del personal que me preguntaba por qué no me montaba una tienda de campaña junto al Madrid Arena para no perder tiempo en mis desplazamientos.

En cuanto a 2008, este año nostálgico en el que despedimos a la Casa de Campo como sede del torneo, yo también completé una semana pletórica de tenis y, sobre todo, de inmejorable compañía en todos y cada uno de los encuentros, haciéndome sentir un gran afortunado por haber podido compartir estos momentos con personas tan importantes para mí como las que se me han ido sentando a mi lado estos días.

Este último torneo nos ha dejado un campeón que posiblemente pueda escribir algún día su nombre en el de los números uno: Andy Murray, y sobre todo nos dejó la impotencia de ver cómo volaba una ocasión única de despedir el Madrid Arena con una final inolvidable entre Nadal y Federer, que se sustituía por una sorprendente Murray v Simon, que se adjudicaba el escocés, que parece lanzado a destronar a Novak Djokovic del tercer puesto del ránking.



El año que viene cambiaremos el otoño por la primavera, las hojas caídas por el polen flotando en el aire, la pista dura por la tierra batida, el tenis indoor por unas pistas bañadas por el sol... Por eso me apetecía mucho hacer este pequeño homenaje en modo de recuerdo a este torneo que será inevitablemente diferente. En fin, me parece que con esto ya está todo dicho y no queda nada más que echar el cierre personal a este Madrid Arena que nos deja tan buenos ratos y que entra con honor y nostalgia en nuestro particular baúl de los recuerdos...

2 comentarios:

Alberto Garcia dijo...

Muy bonito y emotivo... Fue muy especial compartir esas pocas tardes disfrutando del mejor tenis.

Ahora serán igual o mejores que antes, seguro.

Ya queda menos, para volver a disfrutar, y ahora version masculina y femenina y al sol!!!

www.galosengalia.es

wallabee dijo...

Gracias por los comentarios :)

El cambio tiene que ser a mejor. La tierra batida siempre será la tierra batida, y nos evitará aguantar tostones como el que nos tragamos hace unas semanas entre Karlovic y Simon.