Empezaré contando en primer lugar que Monte-Carlo me ha sorprendido gratamente. Cierto que la zona del Casino se encuentra sumergida en un mundo flotante y abstracto de lujo insostenible e inmoral, donde por un piso corriente de 95 metros cuadrados y dos habitaciones se piden unos cuatro millones de euros (¿cuánto dinero se podrá evadir aquí para que interese pagar esa cantidad?), pero, en líneas generales, la ciudad se podría catalogar de más que recomendable. Y si la recomiendo es por sus continuas vistas al mar, por su arquitectura simple pero elegante, por la zona cercana al centro rodeada de casas bajas de tejados envueltas por árboles frutales, por el encantador pueblo de la Turbie, o por las continuas bajadas y subidas de sus serpenteantes carreteras de asfalto.
Pero pasemos al tenis. En principio, diría que hasta ahora me quedo con diferencia con el encuentro disputado ayer viernes entre David Nalbandian y Roger Federer. Un partido con tenis de muy alta escuela en el que el 7-5 inicial del argentino sobre el suizo, hizo sacar la mejor versión de Roger Federer sobre tierra batida, que devolvía con absoluta precisión los continuos ángulos abiertos por Nalbandian, hasta remontar el marcador y situar un doble 6-2 a su favor. Estoy seguro que hace un par de temporadas el suizo no se habría visto capaz de levantar el marcador, pero Federer parece cada vez más preparado y dispuesto a hacerse con la Copa de los Mosqueteros algún día. Y así lo ha demostrado hoy en su partido de semis ante Djokovic, donde también ha impartido una clase magistral de golpes en lo que le ha durado el serbio (6-3 y abandono). Parece que al serbio no le gusta perder cuando vienen mal dadas. Y es que éste es el tercer abandono de Nole Djokovic en unas semis de un grande. Se une la retirada de hoy a la de Roland Garros ´06 ante Nadal o a las de Wimbledon ´07 también ante Nadal. Una vez dolores en la espalda, otra vez una ampolla… Empiezan a sembrar dudas tantas retiradas sorprendentes. Y más cuando ayer se le vio jugar tan sólido y con tanta tranquilidad ante el jugador revelación del torneo, el norteamericano Sam Querrey (6-4 y 6-0).

En cuanto a Rafa Nadal, todo son buenas palabras. Ayer vencía a David Ferrer con un primer set prodigioso y un segundo set más humano (6-1 y 7-5), y digo esto porque comenzó con un ritmo infernal ante el que David Ferrer sólo pudo replegarse, al que le siguió un set de cierta relajación, en el que tuvo que emplearse a fondo para levantar un 3-0 en contra. Hoy Nadal ha jugado con la misma superioridad que ayer ante Nikolay Davydenko (que vencía a Andreev en cuartos en un flojo partido), y que ha vuelto a parecer un jugador de segundo nivel en las manos de Nadal. No parecía un encuentro entre el nº2 y el nº4 del mundo. Y es que el balear adquiere otra dimensión cuando es la tierra batida la que está bajo sus pies.
Por eso mañana, yo no me atrevería a no dar a Nadal por favorito. Cierto que Federer parece otro jugador, cierto que ha mejorado y que cada vez se parece más a uno de los mejores jugadores del mundo sobre tierra, pero su problema es que Rafa Nadal también mejora. Rafa no se conforma con hacer lo que hacía. Ahora impone su juego, ahora corre menos, ahora manda más, ahora gana hasta en los dobles y mañana no se limitará a jugar su cuarta final en Monte-Carlo sino que jugará dos finales, la de individuales y la de dobles.
Estamos ante una final entre el mejor jugador de la historia contra el mejor jugador de La Tierra. Nadie ha ganado cuatro veces en el Country Club de Monte-Carlo, y si nadie lo ha hecho, yo apostaría a que es porque tenía que llegar alguien excepcionalmente bueno para hacerlo, y ese alguien tiene que ser Rafael Nadal.

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